lunes, 12 de septiembre de 2011

Una de Monstruos....(4)

La voz le sonó distante, desnutrida. Mike se sentía caer al vacío mientras recuperaba la conciencia. Desde la profundidad de su sueño se abrió paso aquel sonido, que le pareció en exceso chirriante y molesto. Había soñado con algo, algo importante. Estaba en algún lugar conocido y pasaba algo grave, algo fuera de lugar. Intentaba recordar pero finalmente la barrera del inconsciente se llevó ese recuerdo, perdido para siempre. Se resignó y abrió los ojos. Allí estaba, era regordeta y bajita, soltando sonidos desde la caja de música de su garganta. Mike pensaba que era parte del sueño pero, de repente, todas las funciones de su cerebro se activaron, y pudo apreciar finalmente la realidad. La señora estaba tirando de él para que saliese del coche, hablándole en francés. En ese momento entró en escena Agnes, que parecía, por su ropa y cabello, recien salida de un rodeo con un toro salvaje. La figura redonda comenzó una charla con su compañera de viaje, olvidándolo a él como a un perro perdido. Aprovechó entonces para mirar a su alrededor. Era de día, el sol marcaba las diez o las once de la mañana, cosa que confirmó mirando su reloj. Las diez y cuarto. El paisaje gastaba una buena capa de nieve que a duras penas mermaba con el calor del astro rey. El coche se encontraba bien, salvo por las ruedas enterradas por la nieve. Recordando lo ocurrido la vigilia pasada, comenzó a buscar con la mirada algún rastro del conductor. Estaban solo los tres pero, al rodear el vehículo por el otro lado, descubrió un reguero de sangre que se alejaba entre los pinos. La mujer, viendo lo que hacía Mike, lo señaló y dijo algo en su lengua materna. El candidato a ganster buscó coherencia en la mirada de Agnes, que puso cara de no haberse enterado de nada. Se encontraban cerca de la carretera, el auto se había salido de la misma solo por unos metros. A poco más de un kilómetro de distancia se apreciaba un conjunto de casitas blancas y bajas, que debían ser la aldea. Un poco mas arriba, siguiendo lo que parecía el cauce de un río extinto tiempo atrás, había dos montañas altas, nevadas y majestuosas, con su capa blanca y virgen. Bien alto en una de ellas, aunque no en la cima, se adivinaba una granja. Por su aspecto y posición debía ser su destino.
 Agnes no comprendía bien el francés. Había conocido a alguien que era de allí y le había enseñado algunas palabras. Como pudo hizo entender a la mujer que se dirigía a la granja de la señora Black, Catherine Black.
Un carro se acercaba desde la aldea con un fornido aldeano a las bridas. Cuando se acercó lo suficiente como para verlo bien; los tres vieron la fabulosa carreta, el hermoso corcel negro que tiraba de ella y al hombre. Medía casi metro noventa de estatura y sus anchos hombros parecían abarcar el sol, que asomaba empequeñecido por su espalda. Poseía unos ojos negros y rasgados, a juego con su rostro bronceado y su boca de labios carnosos y expresión severa. Su pelo era azabache y ondulado e iba vestido con las típicas ropas de pieles de la comarca. Se acercaron para recibirle y entonces es cuando habló, con una profunda y potente voz, que era muy acorde con su aspecto duro y solitario.
- Mi nombre es Korgan y he venido a recogerles para que se hospeden en mi granja. Mi madre es la señora Black. Suban, no podeis hacer nada por vuestro amigo- dijo desde detrás de una barbita de varios dias.
- Muy amable señor- dijo Agnes, subiendo a la parte de atrás.
Mike se quedó maravillado ante la entereza de ella despues de lo sucedido la pasada vigilia, a él todavía le temblaban las piernas. Subió al carro a la izquierda del gigante y se despidió con la mano de la obesa mujer. El camino era de tierra y llevaba consigo los baches que no apreciarían en el lujoso Mercedes. No hablaron, pues al intentar dirigir la palabra a su nuevo conductor, solo recibieron gruñidos esporádicos como respuesta. Despues de unos minutos desistieron en el intento. Tras dos horas de viaje llegaron a la granja de los Black, despues de cruzar el pueblo con casi una hora de diferencia. La granja poseía tres edificios principales, amén de algunas perreras en una esquina apartada. Uno de ellos era la casa principal de dos plantas, que estaba pintada de blanco y parecía tener unas diez habitaciones tan solo en el piso superior. Las otras eran graneros para el grano o algún tipo de animal. Una jauría de enormes perros les salió al paso, recordándoles lo sucedido la noche anterior. Agnes sintió un escalofrío al escuchar el sonido de los mismos pero se reprimió lo posible para que los hombres no notasen lo agraviada que estaba. Cuando se acercaban a  la puerta de la morada principal, una anciana menuda y nerviosa salió a recibirles.
- Buenas tardes, buenas tardes. Vosotros debeis ser los nuevos inquilinos, bajad del carro y  entrad. Os he preparado un poco de cacao porque frío es el día. Mi hijo irá a buscar vuestro coche, no es la primera vez que pasan estas cosas....- dijo con un acento francés indiscutiblemente dulce.

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