martes, 15 de noviembre de 2016

Desgarro

     Vamos,solo queda un poco más mi viejo amigo. Ya casi podemos vislumbrar la meta. Déjame que lo hagamos juntos. No intentes echarme ahora de nuevo. Galopa raudo hasta el final, si que puedes hacerlo. ¿Te duele? Parece que te hayan dado una paliza tras otra,¿verdad? Quizás lo has visto alguna vez, quizás te aseguro que si. Te encabritas, apartas a los demás. Siempre fuiste caballo de mal perder. No quieres sucumbir al olvido sin haber ganado esta última carrera, ¿verdad? Hay veces que no se puede. ¿Sientes frío? Te diré que es normal, como aquel niño invernal que alguna vez conocí, cobijado en un bosque sin árboles. Levantas el rostro sin poder respirar, aunque no alcanzo a ver unas manos tan fuertes como fuiste alguna vez, tan fuertes en tu própio cuello. Será que desvarío. Yo también estoy cansado de esta carrera. Fuiste soberbio, audaz, todo un pura sangre superviviente de mil batallas. Te comprendo. Puedo imaginar tu desgracia y recuerdo esa figura infantil con miedo de todo. Alguien capaz de no hablar por no cobrar. Ha sido un largo camino, lo reconozco. Eres hijo de arena y mar, combatiente de desiertos y superviviente de una vida. Ya sé que te duele, no lo repitas más, déjate llevar. Ya sabes que sé de que hablo, lo sé. Me has golpeado y lo he resistido por estar a tu lado. Me has hecho tanto llorar como lágrimas hayas podido derramar. Vuelves a sudar hielo ahora, frío has sido siempre por dentro y fuera. Morado es tu color, conozco muy bien ese color. Relájate y galopa, ya casi llegas al final. Sigues rodeado de sudor y lágrimas como has estado siempre, un reguero de maldad. Creo que ya sabes que tan solo no vas a triunfar, tu y tu soledad. Basta ya, por favor, basta ya. Deja de regalar sufrimiento, permíteme parar de llorar. Ahí está tu meta y la tienes que cruzar. Deja ya de golpear, de chillar, de maltratar. Si no me has querido nunca me tendré que bajar y dejarte seguir tu camino. A cambio de todo esto quisiera pedirte una cosa más: sé feliz en la otra vida, por favor, sé feliz papá.

jueves, 25 de junio de 2015

Tarde

     Sirvió otra cerveza al borracho de siempre en vaso sucio. Llamó su atención el abrir de la puerta, un nuevo cliente. Lo siguió con la mirada a través de aquel bar de mala muerte. El tipo en cuestión no le encajaba pero se le escapaba el motivo. Se sentó a plomo en una silla de una de las mesas mas alejadas. Una de las mesas que quedaban de antes de la reforma del establecimiento, muchos años atrás. Un trozo de madera alargado, grande y feo, con dos sillas a cada lado. Cuando lo tuvo delante descubrió unos rasgos suaves y unos escurridizos ojos verdes, demasiado pequeños para ser perfectos pero comunicativos hasta el punto de ser embaucadores. Dirigió aquellas almas hacia una cerveza verde de alguna mesa y ella asintió y fue a buscarla. En el camino la puerta del local se abrió de nuevo. En ese momento, instintivamente miró el reloj de pared que se situaba detras de la barra. Eran las seis de la tarde. Mientras agarraba el botellín levantó la mirada para ver donde se sentaban los nuevos clientes. Eran dos tipos perfectamente trajeados, dos enormes tipos con rasgos malvados, enfundados en los trajes mas entallados que había visto nunca. La sorpresa llegó cuando sus ojos pintados descubrieron donde se sentaban. Era un cuadro que destacaba por su destono. A un lado el hombre que hablaba con la mirada, en el lado contrario dos trozos de tela negra sin sentimientos aparentes. Se quedó muda ante aquella visión, a la expectativa, ni siquiera era capaz de moverse. No cerró la puerta de la nevera, no soltó la birra en la bandeja. No hizo nada. Mientras tanto los hombres hablaron durante un momento indefinido, casi eterno. El tiempo cambió de significado mientras no ocurria nada mas que aquel esbozo de cuadro inconexo. En algún momento se levantaron para irse los tres juntos. En el largo camino a la puerta el hombre la miró con sus profundos ojos verdes. Lo comprendió todo en un instante. Guardó la cerveza y al girarse a mirar el reloj suspiró. Eran las ocho de la tarde...

martes, 23 de junio de 2015

Señora

     Ya sabes quién soy. Conoces mis ojos negros traídos del infierno. Has oído hablar de mi boca lujuriosa, reflejo en mil truanes. Siempre visto de negro, pues así visten los monstruos. Mis palabras son aquel murmullo que no conoce nadie y aún así me llamas y esperas. El sonido de mi voz te deleita. Te excita sobremanera el roce de mis dedos sobre tu espalda. Sientes el pequeño beso donde termina el cuello bajo la cara, tan cerca de la oreja izquierda que casi es una canción mi suspiro. Te encoges, te encuentras perdida de repente. El misterio te embauca, asincronía en tus pensamientos. Juego con el inicio de tu piel en algún lugar. Las manos acariciando la tela de tu pantalón. Quieres dejarte llevar pero todavía no me conoces. Giras sobre ti misma para enfrentarme de cara pero no eres rival para ese beso. Fugaz, demasiado corto, quieres mas. No puedes arriesgarte, esperas. La mirada del amante te aguarda, la sonrisa de medio lado. No sabes que hacer con tus manos, tiemblan. Pequeños mordiscos en el cuello, de nuevo acaricio tu espalda. Desde arriba hasta tus piernas suavemente. Estás perdiendo el control, intentas parar. Te doblas hacia atrás en el asiento, vano intento de huir. La curva de tu cuerpo me incita a bajar hacia tu pecho. El error te lleva a abrazarme con las piernas. Agarras mi pelo negro y te descubres enjaulándome con tus manos. Se te eriza el vello de la nuca mientras nado en tus curvas plácidamente. Te recuestas, te dejas hacer. Mi lengua en tu boca es lo único que ya importa... 

jueves, 22 de enero de 2015

Decadencia

Mientras miraba la ropa girar en la lavadora estrujaba mi cerveza en busca de un atolondramiento que ya hacía tiempo que no encontraba.
Escuché la maquinaria del viejo ascensor activarse y levanté la vista del suelo hacia algún lugar del muro.
 Unos golpes lejanos en la puerta me hicieron salir de mi letargo y me levanté de la silla.
Perdí una zapatilla en el camino mientras arrastraba los pies en dirección al estruendo que causabas.
Descubriste mi ruina al entrar en casa, todas las botellas del suelo y mis ceniceros rotos.
Abrí una cerveza y encendí mi eterno cigarro, nada d eso importó a tu juventud y me besaste directamente en los labios.
La sangre bajó de mi cerebro y creo que incluso un esputo salió de mi boca en ese momento, ni siquiera lo recuerdo bien.
Tirándome en la cama me desnudé despacio, viendo tu cuerpo florecer bajo la luz de la única bombilla de mi cuarto.
Agarraste mi ser y lo besaste con ansia.
Encontré de nuevo mi rubia y pegué un largo trago hasta dejarla seca, justo como querías hacer tu conmigo.
Miré el asqueroso trozo de carne, enorme entre tus blancas manos, y como pretendías quedártelo entero por un momento dentro de tí para luego volver a emerger caliente con tu saliva.
Bajé tus bragas y descubrí tu trozito de carne, ese que me habían enseñado a manejar hace ya demasiado tiempo.
Agarré la botella de vodka y bebí media en largos tragos mientras hacía mi trabajo.
Pasado ese rato la llevé a tu boca y la sodomicé con ella, sitiéndome bicéfalo por breves momentos.
El embotamiento dió paso al aburrimiento en un suspiro de tu coño y perdí el apetito antes de correrme. Me volví en la cama sin decir nada, ya sabes donde está la pasta.

domingo, 5 de octubre de 2014

Ahora Veo



Puedo leer a través de tus ojos, donde se inunda el placer de los inmortales. Tenerte por fin aquí es deleitar mis sentidos de algo nuevo y conocido. Tu figura es mas esbelta de lo que esperaba, digna de los cánones de belleza. No consigo ver tu rostro ni el sufrimiento de las almas que habitas. Ahora veo tus pasos, amenazantes. En el último suspiro ya estás aquí. Te leo. No lo sabes pero puedo leer tu mente y eso me convierte en ti. Cuanta muerte puede rodearme alma mía, suspiro de tiempos mejores en los que ya existías. Todo esto es solo un ring de boxeo triste y opaco. Aquí me encuentro con mi par de guantes y, frente a mí, ahí estás tú... Es comprensible que me lo merezco, no se puede confiar en nadie hoy día. He sido malvado y voy a pagarlo. De pronto algo me baja por la garganta, es sangre. Esta es mi cena con la muerte...

domingo, 11 de agosto de 2013

Nada que Escribir

La luz de mi cuarto se torna oscura cuando el sol queda escondido tras las blancas nubes de verano. La temperatura comienza a subir nada más encender mi viejo ordenador. La luz de las dos pantallas está ensombrecida con una capa de polvo. La silla del escritorio ha perdido los apoyabrazos y chirría bajo el peso de mi espalda. Por fin aparece el logo de Ubuntu y mis datos son escritos por mis dedos pequeños y nudosos, para acceder a mi escritorio de fondo sombrío. Automáticamente se abre el editor de textos en mi pantalla derecha, vestigio de cuando me entretenía en programar ese tipo de chorradas...
La verdad es que nada de todo esto importa porque no tengo nada que escribir. He sido un necio por pensar que podría sentarme frente al teclado y que sólo con eso me llegaría la inspiración. Las teclas se presentan ahora como muros enormes a mis ojos pequeños e inseguros. Creo que el primer paso es buscar un tema adecuado. Puedo escribir sobre el amor, una pareja en la que uno de los dos individuos ha perdido el deseo, produciendo la pérdida de la pasión por ambos y la llegada de la ruptura. Demasiado triste. En esa misma linea podrían ser dos personas a punto de conocerse pero, por designios del destino, no se entremezclan sus corazones hasta tiempo después. No encuentro nada menos original. Puedo escribir sobre la crisis y la desidia que están asolando el mundo, tanto la económica, como la facilidad que tenemos para explotarnos unos a otros por el provecho de unos pocos. Demasiado radical y trillado. Puedo escribir sobre el daño que hacemos al planeta con todos nuestros vertidos y que todo lo que estamos haciendo es como girar una rueda, tarde o temprano volverá a nosotros. Eso si que está trillado y es radical. Supongo que no existen temas originales en este mundo de artistas despechados. Es posible que la realidad de la vida sea cometer errores en la juventud para comprenderlos a edades tardías. Es improbable que todos me deis la razón en lo que escribo, así que no espero que miréis al cielo en multitud con un desprecio en vuestro rostro. Al contrario tampoco es factible. Pues sigo sin nada que escribir y ya ha llegado la noche. Sin duda lo mejor es dormir, descansar de tu día a día y mañana despertar...

sábado, 6 de julio de 2013

Otro Tiempo Olvidado


Levantó la vista del suelo encharcado de sangre. Sus ojos carmesíes subieron por su armadura negra hacia su brazo derecho, el de su arma. Allí estaba su maldición en forma de espada larga y negra. Las gotas que caían de su hoja le recordaban el paso del tiempo, eran como segundos, largos tramos en una vida demasiado larga. La niebla negra nublaba sus sentidos, siempre la misma niebla. Un mechón de cabello blanco le azotaba la piel del rostro. Blanco era el color de aquel vestido antes de teñirse de escarlata bajo el suave roce de su espada rúnica. Triste fue la canción que brotaba de aquellos labios antes de convertirse en recuerdo. Su mirada se perdió en el olvido de la Umbra para siempre. Fue un momento eterno, ver su cuerpo deslizarse al suelo bajo el viento espeso y cálido de aquel día. Casi podía sentir que su corazón se paraba. Una parte de su alma que ya nunca funcionaba. Allí, en la torre triste, se mezclaron el rojo, el blanco y el negro. Ahora solo vive para eso, para calmar su ansia de rojo sobre negro, de blanco al viento cálido. Una rodilla es levantada mientras recuerda aquel grito. Fue casi un sollozo eterno, una rabia inextinguible, un trozo de vida acallada para siempre. Se puso en pie. Su espalda volvía a sostener el dolor de aquella vida desgraciada. La muerte de su amada pesaba de nuevo sobre sus hombros. Su mirada se reflejó en el cielo y siguió recordando la batalla en aquel castillo maldito. Aquella que era su casa. Allí donde le traicionaron. Exactamente ahí, donde murió su esposa. La fuerza volvió a sus músculos rápidamente. Apretó el puño sobre la espada. Un enemigo estúpido le atacó con un grito de guerra, pronto yacía en el suelo. Su alma alimentaba al monstruo en el que se había convertido el albino. Pronto recordó quién era, el ser en el que se había convertido. Un rayo cayó del cielo sobre su espada que estaba estirada hacia el mismo sobre su cabeza. Nunca sabía si era él el que la movía, no importaba. Recordó su pacto con el duque de los siete infiernos. No descansaría hasta matarlos a todos, ninguno en el mundo se salvaría. Sangre y almas para su señor y su espada endemoniada. Una palabra llegó a sus labios, un conjunto de sílabas desde hace tiempo olvidadas. Poco a poco fue surgiendo a través de su dolorida garganta. A su mente llegó su significado. En otros tiempos fue un nombre, ahora es una maldición que nadie pronuncia. 
- ¡Elric! -dijo el albino al viento, y comenzó de nuevo su cosecha de almas.

Poco después la lucha había terminado. Solo un ser vivo quedó en pie, un ser sin ejército ni bando alguno. Nadie supo nunca el motivo por el cual entró en batalla. Dejó tras de sí el Caos, algo incomprensible para dioses y hombres de otros tiempos...