domingo, 4 de septiembre de 2011

Una de Monstruos....(3)

Agnes y Mike viajaban en la parte trasera del enorme Mercedes que habían alquilado. No se dirigían la palabra. A Agnes no le gustó la forma en la que el señor Snake lo preparó todo para que ellos, y solo ellos, fuesen los elegidos para el encargo. Según sus instrucciones debían alojarse en una aldeita de montaña, en el norte de Canadá, e investigar unos extraños sucesos que parecían sacados de una novela barata de terror. Toda la explicación que les dieron fue un recorte de un periódico local, en el que se reflejaba una noticia sobre una vieja mansión encantada. Según el escrito la antigua morada era pasto de una maldición, desconocida su naturaleza exacta, que podía mover montañas en la oscuridad de la noche y que alejaba al ganado con premura para después morir sin explicación alguna.
Mike se recostó en su asiento mientras meditaba sobre el viaje y su fabulosamente atractiva compañera. Ella tenía un pelo largo y azabache, que le caía hasta el inicio de sus nalgas en un torrente de rizos perfectos. Su cara era un óvalo que se cerraba sobre una boca grande, con unos labios carnosos y una sonrisa perlada, que no permitió la indiferencia la única vez que se dejó apreciar. Calculaba que mediría aproximadamente un metro con sesenta y cinco centrímetros, y que pesaría unos cincuenta y cinco o sesenta kilos como mucho. Su trasero destacaba sin duda sobre unos pechos ocultos bajo su chaqueta holgada, aunque Mike intuía que eran grandes y hermosos. A simple vista daba la sensación de ser una jovencita sacada de algún musical de Broadway, pero sus ojos rasgados y grises reflejaban una inteligencia y una madurez  fuera de lo común en mujeres de esa edad. La noche anterior fue informado de que debía hacerle un extraño encargo a su jefe. Debía acompañar a esa mujer a un paraje inhóspito en Canadá para investigar no sé qué chorrada de maldiciones y leyendas. Pero aceptó, haciéndose ilusiones sobre su encantadora pareja de viaje. Viajaban a través de un camino de montaña, que había tenido épocas mejores, y era de noche. Hacía frío, pues el campo a su alrededor estaba cubierto de nieve. Los faros del coche eran la única luz de la que disponían, pues grandes nubes en el cielo amenazaban con cubrir aún mas los ya sobrecargados pinos, y el firmamento era invisible.
Agnes iba sentada a su derecha y, de pronto, se reclinó sobre el asiento, marcando sus fabulosas curvas, con la intención de hablarle al conductor:
- Caballero- dijo ella con su voz agravada por el viaje y el cansancio.
- Señora, siéntese. En estas carreteras nunca se sabe cuando puede aparecer un animal y jodernos el día- dijo el conductor visiblemente malhumorado.
- Disculpe pero no puedo dejar de observar que se ha perdido, deberíamos haber llegado hace horas- espetó ella alzando ligéramente el tono.
- Llegaremos en seguida, no se preocupe y relájese- finalizó el hombre, con su voz grave y contundente.
Mike se fijó en el conductor. Era robusto y musculoso. Se apreciaba en su espalda y en los enormes antebrazos que tensaban las mangas de su jersey remangado. A lo lejos divisaron luces tras tomar una pronunciada curva y entonces empezó. Fue como si la Tierra misma se revelara contra ellos. Todo empezó a temblar mientras el coche se sacudía como fiera hostigada. Cuando por fin el conductor, que se llamaba Jack, consiguió detener el coche, habían salido del camino y el vehículo zozobraba a izquierda y derecha. Por suerte se encontraban en un llano entre tantos precipicios que habían visto desde que comenzó el ascenso. Los viajeros eran desplazados a un lado y a otro del habitáculo como marionetas muertas, que luchaban por mantenerse estables, pero no lo conseguían. Mike hacía todo lo posible por no chocar con Agnes pero el vaivén era contínuo y desmedido. En un momento concreto, de lo que le parecieron horas, la puerta del conductor se abrió y Jack cayó al suelo. Un lobo se oía a lo lejos...

1 comentario:

  1. cerdako, no puedes dejarlo asi.... no puedes dejar la historia asiiiii

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