martes, 27 de septiembre de 2011

Soledad

A veces siente el paso del tiempo y mira a través de su ventana gris. Intenta encontrar la fuerza necesaria en los demás, pero nadie la ayuda. Dentro de su nostalgia existe el rincón de lo no vivido y sufre por ello. Es en esos momentos es cuando el dolor crece desde lo más profundo, convirtiéndose en un dragón que lo devora todo. Algo distinto se aloja en su alma. La esencia del nuevo ser la despedaza por dentro, convirtiéndola en un reflejo de lo que fue. Se mira al espejo y ya no es la misma persona. Ha perdido el brillo de su piel, la fuerza de su sonrisa, la inocencia en su mirada... Esta misma tarde ha comenzado a beber, ahora llora por dentro por ser tan cobarde. Paseó por el parque. Se sentó en un banco. Esperó eternamente pero nadie reparó en ella. Esta misma tarde ha empezado a fumar. Buscó en unas hierbas algún resquicio de felicidad, pero no había nada. Caminó por las calles sin saber el tiempo pasado, descubrió la paz en el rincón más bullicioso. Cuando nada ni nadie te hace caso dejas de existir. La encontré demasiado entrada en su infierno personal, la llevé a casa y la acosté. Esta misma tarde había empezado a drogarse. Esa extraña sustancia le hizo olvidar por unas horas, para recordarle la verdad y un nuevo anhelo. En la oscuridad del habitáculo se creyó muerta y por fin supo cual era su destino. Volvió a mirar por su ventana triste y pareció escuchar el canto de un pájaro feliz. La dicha siempre parece estar esperándonos, pero es imposible alcanzarla por completo. Esta noche, despues de ver pasar su vida con el aleteo de un ave, aprendió a saltar...

viernes, 23 de septiembre de 2011

Una de Monstruos (5)

Se dejó llevar por el aire y el llanto de sus recuerdos. Un alma más, perdida en la eternidad del lamento. Se acercó a la ventana y observó por el translúcido cristal la sombra de lo que un día él fue, mientras arrastraba el cuerpo hacia su triste morada. Volvió a gritar, volvió a hacerlo, como ya siempre hacía desde antaño. Su alarido sordo movió todo de nuevo, la sombra de su malicia volvió a reflejarse en el cielo. Desde otra de las ventanas divisó un vehículo siniestrado, donde estuvo el acceso a su casa, perdido por el tiempo. Uno de ellos volvía a por más, no podía permitirlo. Con toda la fuerza de su ser hizo un llamamiento, algo aprendido de la oscuridad, y la misma acudió al rescate. Pronto cayó en el sueño, víctima de su enfermedad. Pobre vieja desfallecida, ya descansaría a su tiempo -se dijo- pero pronto notó caer su alma en el letargo. Antes de su vuelta al Averno tuvo una visión, no podría ayudarle, el destino había firmado su sentencia... Pobre hombre con su sombrero gris, estaba muerto sin saberlo...

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Viento

Viento perdido que vaga por doquier, viento subestimado capaz de todo. Llegas a nosotros bajo el sol de poniente, cuando las nubes nacientes comienzan a dibujarse en nuestras retinas. Mueves un sinfín de detalles, pero pierdes los recuerdos de lo que arrastras. Un día despiertas como aliento de dragón para quemar lo olvidado, para luego atardecer con vestigios helados. Dulce viento que hablas a las almas que pueden oírte, que llevas contigo recuerdos de otras épocas, sueños del pasado. Cuando encuentres tu morada, despiadado elemento, busca entre tus lazos el amor perdido; pues como un niño libre que exploras lo que puedes ver, no descansas a mirarlo, sin tiempo que perder. Puedes coger su alma porque es parte de tus garras, amado viento...       Se deja llevar con premura, pues su tiempo ya ha pasado. No más miedos en la noche, no más días que extravié. Cuando llegue mi hora, sueño eterno, concédeme tu beso inmortal y así vagaremos, hasta un nuevo renacer...
          Ya llega el invierno...   

lunes, 12 de septiembre de 2011

Una de Monstruos....(4)

La voz le sonó distante, desnutrida. Mike se sentía caer al vacío mientras recuperaba la conciencia. Desde la profundidad de su sueño se abrió paso aquel sonido, que le pareció en exceso chirriante y molesto. Había soñado con algo, algo importante. Estaba en algún lugar conocido y pasaba algo grave, algo fuera de lugar. Intentaba recordar pero finalmente la barrera del inconsciente se llevó ese recuerdo, perdido para siempre. Se resignó y abrió los ojos. Allí estaba, era regordeta y bajita, soltando sonidos desde la caja de música de su garganta. Mike pensaba que era parte del sueño pero, de repente, todas las funciones de su cerebro se activaron, y pudo apreciar finalmente la realidad. La señora estaba tirando de él para que saliese del coche, hablándole en francés. En ese momento entró en escena Agnes, que parecía, por su ropa y cabello, recien salida de un rodeo con un toro salvaje. La figura redonda comenzó una charla con su compañera de viaje, olvidándolo a él como a un perro perdido. Aprovechó entonces para mirar a su alrededor. Era de día, el sol marcaba las diez o las once de la mañana, cosa que confirmó mirando su reloj. Las diez y cuarto. El paisaje gastaba una buena capa de nieve que a duras penas mermaba con el calor del astro rey. El coche se encontraba bien, salvo por las ruedas enterradas por la nieve. Recordando lo ocurrido la vigilia pasada, comenzó a buscar con la mirada algún rastro del conductor. Estaban solo los tres pero, al rodear el vehículo por el otro lado, descubrió un reguero de sangre que se alejaba entre los pinos. La mujer, viendo lo que hacía Mike, lo señaló y dijo algo en su lengua materna. El candidato a ganster buscó coherencia en la mirada de Agnes, que puso cara de no haberse enterado de nada. Se encontraban cerca de la carretera, el auto se había salido de la misma solo por unos metros. A poco más de un kilómetro de distancia se apreciaba un conjunto de casitas blancas y bajas, que debían ser la aldea. Un poco mas arriba, siguiendo lo que parecía el cauce de un río extinto tiempo atrás, había dos montañas altas, nevadas y majestuosas, con su capa blanca y virgen. Bien alto en una de ellas, aunque no en la cima, se adivinaba una granja. Por su aspecto y posición debía ser su destino.
 Agnes no comprendía bien el francés. Había conocido a alguien que era de allí y le había enseñado algunas palabras. Como pudo hizo entender a la mujer que se dirigía a la granja de la señora Black, Catherine Black.
Un carro se acercaba desde la aldea con un fornido aldeano a las bridas. Cuando se acercó lo suficiente como para verlo bien; los tres vieron la fabulosa carreta, el hermoso corcel negro que tiraba de ella y al hombre. Medía casi metro noventa de estatura y sus anchos hombros parecían abarcar el sol, que asomaba empequeñecido por su espalda. Poseía unos ojos negros y rasgados, a juego con su rostro bronceado y su boca de labios carnosos y expresión severa. Su pelo era azabache y ondulado e iba vestido con las típicas ropas de pieles de la comarca. Se acercaron para recibirle y entonces es cuando habló, con una profunda y potente voz, que era muy acorde con su aspecto duro y solitario.
- Mi nombre es Korgan y he venido a recogerles para que se hospeden en mi granja. Mi madre es la señora Black. Suban, no podeis hacer nada por vuestro amigo- dijo desde detrás de una barbita de varios dias.
- Muy amable señor- dijo Agnes, subiendo a la parte de atrás.
Mike se quedó maravillado ante la entereza de ella despues de lo sucedido la pasada vigilia, a él todavía le temblaban las piernas. Subió al carro a la izquierda del gigante y se despidió con la mano de la obesa mujer. El camino era de tierra y llevaba consigo los baches que no apreciarían en el lujoso Mercedes. No hablaron, pues al intentar dirigir la palabra a su nuevo conductor, solo recibieron gruñidos esporádicos como respuesta. Despues de unos minutos desistieron en el intento. Tras dos horas de viaje llegaron a la granja de los Black, despues de cruzar el pueblo con casi una hora de diferencia. La granja poseía tres edificios principales, amén de algunas perreras en una esquina apartada. Uno de ellos era la casa principal de dos plantas, que estaba pintada de blanco y parecía tener unas diez habitaciones tan solo en el piso superior. Las otras eran graneros para el grano o algún tipo de animal. Una jauría de enormes perros les salió al paso, recordándoles lo sucedido la noche anterior. Agnes sintió un escalofrío al escuchar el sonido de los mismos pero se reprimió lo posible para que los hombres no notasen lo agraviada que estaba. Cuando se acercaban a  la puerta de la morada principal, una anciana menuda y nerviosa salió a recibirles.
- Buenas tardes, buenas tardes. Vosotros debeis ser los nuevos inquilinos, bajad del carro y  entrad. Os he preparado un poco de cacao porque frío es el día. Mi hijo irá a buscar vuestro coche, no es la primera vez que pasan estas cosas....- dijo con un acento francés indiscutiblemente dulce.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Una de Monstruos....(3)

Agnes y Mike viajaban en la parte trasera del enorme Mercedes que habían alquilado. No se dirigían la palabra. A Agnes no le gustó la forma en la que el señor Snake lo preparó todo para que ellos, y solo ellos, fuesen los elegidos para el encargo. Según sus instrucciones debían alojarse en una aldeita de montaña, en el norte de Canadá, e investigar unos extraños sucesos que parecían sacados de una novela barata de terror. Toda la explicación que les dieron fue un recorte de un periódico local, en el que se reflejaba una noticia sobre una vieja mansión encantada. Según el escrito la antigua morada era pasto de una maldición, desconocida su naturaleza exacta, que podía mover montañas en la oscuridad de la noche y que alejaba al ganado con premura para después morir sin explicación alguna.
Mike se recostó en su asiento mientras meditaba sobre el viaje y su fabulosamente atractiva compañera. Ella tenía un pelo largo y azabache, que le caía hasta el inicio de sus nalgas en un torrente de rizos perfectos. Su cara era un óvalo que se cerraba sobre una boca grande, con unos labios carnosos y una sonrisa perlada, que no permitió la indiferencia la única vez que se dejó apreciar. Calculaba que mediría aproximadamente un metro con sesenta y cinco centrímetros, y que pesaría unos cincuenta y cinco o sesenta kilos como mucho. Su trasero destacaba sin duda sobre unos pechos ocultos bajo su chaqueta holgada, aunque Mike intuía que eran grandes y hermosos. A simple vista daba la sensación de ser una jovencita sacada de algún musical de Broadway, pero sus ojos rasgados y grises reflejaban una inteligencia y una madurez  fuera de lo común en mujeres de esa edad. La noche anterior fue informado de que debía hacerle un extraño encargo a su jefe. Debía acompañar a esa mujer a un paraje inhóspito en Canadá para investigar no sé qué chorrada de maldiciones y leyendas. Pero aceptó, haciéndose ilusiones sobre su encantadora pareja de viaje. Viajaban a través de un camino de montaña, que había tenido épocas mejores, y era de noche. Hacía frío, pues el campo a su alrededor estaba cubierto de nieve. Los faros del coche eran la única luz de la que disponían, pues grandes nubes en el cielo amenazaban con cubrir aún mas los ya sobrecargados pinos, y el firmamento era invisible.
Agnes iba sentada a su derecha y, de pronto, se reclinó sobre el asiento, marcando sus fabulosas curvas, con la intención de hablarle al conductor:
- Caballero- dijo ella con su voz agravada por el viaje y el cansancio.
- Señora, siéntese. En estas carreteras nunca se sabe cuando puede aparecer un animal y jodernos el día- dijo el conductor visiblemente malhumorado.
- Disculpe pero no puedo dejar de observar que se ha perdido, deberíamos haber llegado hace horas- espetó ella alzando ligéramente el tono.
- Llegaremos en seguida, no se preocupe y relájese- finalizó el hombre, con su voz grave y contundente.
Mike se fijó en el conductor. Era robusto y musculoso. Se apreciaba en su espalda y en los enormes antebrazos que tensaban las mangas de su jersey remangado. A lo lejos divisaron luces tras tomar una pronunciada curva y entonces empezó. Fue como si la Tierra misma se revelara contra ellos. Todo empezó a temblar mientras el coche se sacudía como fiera hostigada. Cuando por fin el conductor, que se llamaba Jack, consiguió detener el coche, habían salido del camino y el vehículo zozobraba a izquierda y derecha. Por suerte se encontraban en un llano entre tantos precipicios que habían visto desde que comenzó el ascenso. Los viajeros eran desplazados a un lado y a otro del habitáculo como marionetas muertas, que luchaban por mantenerse estables, pero no lo conseguían. Mike hacía todo lo posible por no chocar con Agnes pero el vaivén era contínuo y desmedido. En un momento concreto, de lo que le parecieron horas, la puerta del conductor se abrió y Jack cayó al suelo. Un lobo se oía a lo lejos...