miércoles, 30 de mayo de 2012

Otra historia de Bar

Decidió levantar la mirada y se encontró con sus curvas avanzando hacia él. Esa noche no estaba muy cómodo consigo mismo pero esa visión tan seductora era irresistible. Llegó como una brisa dulce y fresca. Lo sedujo despacio, con ese sabor amargo que dejan algunas mujeres en los labios, ese regusto irresistible. El bar estaba oscuro y la gente era como un vaso con demasiada agua en su interior, rezumaban. Mientras encontraba un taburete sucio, observó los peatones que desfilaban a través del marco de la ventana del garito. Los detestaba, pues posiblemente algunos habrían tenido el placer de su compañía, nada es virgen en este mundo. No quería pensar en ella poniéndole etiquetas, ahora le pertenecería a él. Pasó su mano sudorosa alrededor de su cintura con la intención de lanzarle un susurro entre el estruendo del antro. Sucio y abochornado se congeló en el camino. ¿Estaba loco?, nadie en su sano juicio tendría la osadía de dirigirse a algo tan maravilloso en su estado, tan perdido. Era cierto, se sentía solo entre la multitud. Sus seres queridos podrían haberle animado pero sus seres queridos no estaban, solo aquella rubia. La miró fijamente y ella le devolvió un destello verde, un brillo digno de la mirada de cualquier ser de la naturaleza. No podía perder mas tiempo, el ansia creció dentro de su estómago como una bestia hambrienta. Su mal se apoderó de él y recordó por qué estaba solo. Por fin lo hizo. Se lenvantó, la alzó en vilo y acabó con ella. En el bareto nadie le dió importancia, como si no existiera. Volvió a sentarse y pidió otra. Otra rubia que llegó deslizándose por la barra, otro momento sin tener que recordar...

jueves, 17 de mayo de 2012

Vacío


El desierto estaba triste. El hombre pastaba del sol del mediodía. El animal lo miró, al borde del colapso. Solo dos figuras en el llano amarillo, ser y no ser, moribundos. Caminó solo entre el gentío subiendo peldaños de viento durante toda su vida pero ya no queda agua para beber. El páramo misterioso se abre a su vista, como a tantos otros antes que a él. No sirve la tecnología, la religión no lo salva. La montura cae a sus pies, fallece... Se abandona a la muerte. Sus restos quedan atrás, la oscuridad lo envuelve bajo el sol nocturno. El ser eterno lo recoge y el mundo enmudece. Manto negro y negra guadaña, susurro sin dolor. Mientras se marcha piensa en lo que deja atrás, en lo que todos dejamos atrás: Nada en el vacío cósmico...