jueves, 22 de enero de 2015

Decadencia

Mientras miraba la ropa girar en la lavadora estrujaba mi cerveza en busca de un atolondramiento que ya hacía tiempo que no encontraba.
Escuché la maquinaria del viejo ascensor activarse y levanté la vista del suelo hacia algún lugar del muro.
 Unos golpes lejanos en la puerta me hicieron salir de mi letargo y me levanté de la silla.
Perdí una zapatilla en el camino mientras arrastraba los pies en dirección al estruendo que causabas.
Descubriste mi ruina al entrar en casa, todas las botellas del suelo y mis ceniceros rotos.
Abrí una cerveza y encendí mi eterno cigarro, nada d eso importó a tu juventud y me besaste directamente en los labios.
La sangre bajó de mi cerebro y creo que incluso un esputo salió de mi boca en ese momento, ni siquiera lo recuerdo bien.
Tirándome en la cama me desnudé despacio, viendo tu cuerpo florecer bajo la luz de la única bombilla de mi cuarto.
Agarraste mi ser y lo besaste con ansia.
Encontré de nuevo mi rubia y pegué un largo trago hasta dejarla seca, justo como querías hacer tu conmigo.
Miré el asqueroso trozo de carne, enorme entre tus blancas manos, y como pretendías quedártelo entero por un momento dentro de tí para luego volver a emerger caliente con tu saliva.
Bajé tus bragas y descubrí tu trozito de carne, ese que me habían enseñado a manejar hace ya demasiado tiempo.
Agarré la botella de vodka y bebí media en largos tragos mientras hacía mi trabajo.
Pasado ese rato la llevé a tu boca y la sodomicé con ella, sitiéndome bicéfalo por breves momentos.
El embotamiento dió paso al aburrimiento en un suspiro de tu coño y perdí el apetito antes de correrme. Me volví en la cama sin decir nada, ya sabes donde está la pasta.

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