sábado, 6 de julio de 2013

Otro Tiempo Olvidado


Levantó la vista del suelo encharcado de sangre. Sus ojos carmesíes subieron por su armadura negra hacia su brazo derecho, el de su arma. Allí estaba su maldición en forma de espada larga y negra. Las gotas que caían de su hoja le recordaban el paso del tiempo, eran como segundos, largos tramos en una vida demasiado larga. La niebla negra nublaba sus sentidos, siempre la misma niebla. Un mechón de cabello blanco le azotaba la piel del rostro. Blanco era el color de aquel vestido antes de teñirse de escarlata bajo el suave roce de su espada rúnica. Triste fue la canción que brotaba de aquellos labios antes de convertirse en recuerdo. Su mirada se perdió en el olvido de la Umbra para siempre. Fue un momento eterno, ver su cuerpo deslizarse al suelo bajo el viento espeso y cálido de aquel día. Casi podía sentir que su corazón se paraba. Una parte de su alma que ya nunca funcionaba. Allí, en la torre triste, se mezclaron el rojo, el blanco y el negro. Ahora solo vive para eso, para calmar su ansia de rojo sobre negro, de blanco al viento cálido. Una rodilla es levantada mientras recuerda aquel grito. Fue casi un sollozo eterno, una rabia inextinguible, un trozo de vida acallada para siempre. Se puso en pie. Su espalda volvía a sostener el dolor de aquella vida desgraciada. La muerte de su amada pesaba de nuevo sobre sus hombros. Su mirada se reflejó en el cielo y siguió recordando la batalla en aquel castillo maldito. Aquella que era su casa. Allí donde le traicionaron. Exactamente ahí, donde murió su esposa. La fuerza volvió a sus músculos rápidamente. Apretó el puño sobre la espada. Un enemigo estúpido le atacó con un grito de guerra, pronto yacía en el suelo. Su alma alimentaba al monstruo en el que se había convertido el albino. Pronto recordó quién era, el ser en el que se había convertido. Un rayo cayó del cielo sobre su espada que estaba estirada hacia el mismo sobre su cabeza. Nunca sabía si era él el que la movía, no importaba. Recordó su pacto con el duque de los siete infiernos. No descansaría hasta matarlos a todos, ninguno en el mundo se salvaría. Sangre y almas para su señor y su espada endemoniada. Una palabra llegó a sus labios, un conjunto de sílabas desde hace tiempo olvidadas. Poco a poco fue surgiendo a través de su dolorida garganta. A su mente llegó su significado. En otros tiempos fue un nombre, ahora es una maldición que nadie pronuncia. 
- ¡Elric! -dijo el albino al viento, y comenzó de nuevo su cosecha de almas.

Poco después la lucha había terminado. Solo un ser vivo quedó en pie, un ser sin ejército ni bando alguno. Nadie supo nunca el motivo por el cual entró en batalla. Dejó tras de sí el Caos, algo incomprensible para dioses y hombres de otros tiempos...

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