martes, 12 de junio de 2012

Labios Rojos


Levantó la mirada y allí estaba ella observándolo. Algo se apoderaba de sus vísceras cuando eso ocurría, seguramente pretendía ponerlo nervioso. Esperaba un fallo para dejarle en ridículo. Nunca podría estar tranquilo. Todos siempre la tomaban con él, los chicos lo odiaban y las chicas se reían de su cuerpo regordete y su cara de niño tonto. Le enseñó los dientes de aquella boca de labios rojos y carnosos. No podía mostrar debilidad y utilizó su mirada mas fría para traspasar aquellos ojos azules, hasta que ella se movió y se alejó por el pasillo de la vieja escuela, zarandeando de un lado a otro sus asquerosos rizos dorados...

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Sus tacones resonaban por el viejo pasillo, se quería morir. Sus ojos goteaban ante el recuerdo de aquella mirada de desprecio. El sentimiento le oprimía el pecho, ese sentimiento que todos alguna vez tenemos. Se metió en el servicio de chicas, aquel que desprendía un aroma nauseabundo todo el tiempo, allí donde nadie la buscaría y podría limpiarse el oscuro deseo del bajo vientre...

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Cuando terminaron las clases cogió el arma de su taquilla, frío brillo gris que pronto tornaría de rojo, muerte líquida y brillante. Era una suerte que nadie se fijase en él, nadie sabía de lo que era capaz. Se apoyó en la pared, cerca de la entrada del colegio y esperó. Ya no lo miraría más, acabaría con esa sonrisa descarada, hundiría la hoja profundamente en el fondo de su vientre y acabaría con la luz de sus ojos para siempre. La vio venir, con su vestido blanco y sus labios pintados color sangre. Lo descubrió aguardándola pero eso ya no importaba...

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El chico estaba allí, parecía como si estuviese esperándola. No iba a volver a abochornarla, no lo iba a permitir. Caminó directamente hacia él.

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Ahí viene”- se dijo el chico, y agarró fuerte la empuñadura de la muerte.
La chica se acercó demasiado, como para decirle un secreto, una distancia mortal. No sabía aun el error que estaba cometiendo...

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Lo llegó a abrazar sin ser rechazada, quizás podría conseguirlo después de todo. Su cuerpo se puso tenso, estaba sedienta de su contacto. Podría tal vez acercarse a su amor.

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Pasó su brazo izquierdo por su cintura y sacó el cuchillo, la hoja de metal que traería la muerte de la mujer de sus sueños. ¿Cómo? ¿Qué era ese pensamiento? ¡Error!, su mente le había jugado una mala pasada y había dudado...

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Al notar la mano en su cintura lo besó e introdujo su lengua húmeda dentro de su boca hasta alcanzar el éxtasis. Le dijo lo que sentía.

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Lo cogió desprevenido, ya era tarde. La lengua buscona se movía dentro de su ser y su cuerpo empezó a reaccionar. Era demasiado tarde, guardó la hoja en su funda y escuchó una declaración de sus labios rojos, sus perfectos labios rojos.
-Yo también te quiero- se oyó decir y comprendió que ya jamás podría hacerle daño, pues ya estaba dentro de su corazón...

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